Otoño constituyente

Ayer pitaron al Rey nuestro señor, a Gallardón, a Ignacio González, a la alcaldesa Ana Botella, a los ropones del huevo frito en la sotana y al sursum corda si hubiera estado en la inauguración del año judicial. El otoño que esconde la carne en flor puede llevarse por delante la Constitución del 78 y acotar el reinado de Juan Carlos. Todos los partidos están salidos: quieren meterle mano a la Carta. Hasta un ministro del Gobierno, Margallo, ha menospreciado la Constitución y las Letras diciendo que la Ley de Leyes «sólo tiene dos artículos, sólo dos; el resto es literatura».

Colocan la máxima ley a la altura de la ficción, en la vaguedad, cerca de lo prescindible, desdeñando la literatura como aquellos redactores jefes que tiraban delante de ti el artículo diciendo: «Esto es literatura». A primera hora, mientras crecen mis membrillos, dice uno de los pocos hombres de Estado que queda: «El momento es muy delicado, no está esto para que lo arregle un ministro tractorista, hace falta astucia política. Están desairando al Rey, que ha sido hasta ahora la máxima referencia de la democracia».

No es que Juan Carlos I tenga celos de su hijo; es que hablan de abdicación como cuando Godoy o cuando la monja de las llagas. Izquierda Unida, el cohete de las encuestas, pide un otoño constituyente para salir del laberinto de Cataluña, de la corrupción y de la desafección política. Un histórico del PCE me dice: «Pediremos un poder constituyente, frente al poder constituido, que prepara una operación secreta para lograr la abdicación del Rey. Intentan reforzar el bipartidismo, tapar la corrupción e idear una Cataluña como estado asociado; nosotros pediremos uno federal».

Las noticias y los rumores me recuerdan el Ruedo Ibérico, la Reina celebrando merendolas de compota y chocolate mientras decía: «Sabré resistirme. Mi madre tampoco deja de mandar emisarios, aconsejándo que abdique. ¿Por qué? ¿Que hay conspiraciones? Siempre. Abdicar, jamás».

No se parece el tataranieto a la abuela. Estos republicanos no piden cantonalismo, sólo una España federal, pero han despertado tarde. «La explosión de Cataluña –informa mi interlocutor– ha llegado por la tozudez del Tribunal Constitucional cargándose el Estatuto de Cataluña. ¿Tú sabes que lo que han tachado del estatuto de Cataluña está vigente en el de Andalucía».

Albert Rivera ha avisado al monopolio institucional de que tenga cuidado de cambiar los cromos de Bárcenas, Urdangarin y Pujol. El aviso será inútil porque la política es una bounty diaria, entre mentiras útiles y calumnias audaces, nada literaria. Lo que empieza a ser una obra de ficción y de misterio es el Estado.